jueves, 29 de octubre de 2009

QUENTIN LO HIZO DE NUEVO

¿Cómo es que lo logra? Es que el muchacho quiere hacer creer que no, pero piensa. Piensa mucho, y bien. Bastardos sin gloria es su obra cumbre, hasta ahora. Es posible que el bueno de Tarantino nos depare en el futuro algún tembladeral más.
Ya van varias semanas que la película está en cartel. Ha generado algunas discusiones entre cinéfilos. Tardé un tiempo en ir a verla. Escuché diferentes campanas, a favor, en contra. Cuando fui me voló el casquete una vez más. Nunca imaginé que alguien podría hacer un largo con esta temática de este modo.
Bastardos sin gloria es en el cine lo que El sindicato de la policía yiddish, de Michel Chabon, es en la literatura. Traspasan los géneros, son obras únicas, locas y lúcidas. Abordan temas espinosos desde un punto de vista singular, fantástico, pero desnudan la realidad como pocas obras anteriores sobre esas mismas materias. Tarantino y Chabon son hacedores fieles a sí mismos, a su búsqueda, en consecuencia es difícil que defrauden a su público. Perciben que en el mundo hay otros que afinan en armonía a ellos, y para ellos trabajan. En ambas obras los personajes tienen un relieve que por momentos parece eclipsar la historia que se está narrando, esto ocurre porque tanto en Bastardos… como en El sindicato… los personajes se nos revelan no sólo a través de los hechos sino a través de las palabras. Estas son fundamentales. En ambas obras abundan las referencias a otras películas, otros directores o autores, a series de TV, a otros libros, transmutadas de un modo personal. Bastardos sin gloria y El sindicato de la policía yiddish son obras maestras.
Jackie Brown, film de Tarantino que pasó sin demasiada gloria por nuestras salas, era para mí su obra más comprometida. Hasta Bastardos… El contenido político de este largo es complejo, desprejuiciado y esclarecedor. Quentin nos invita a cuestionar los discursos y los contenidos no sólo del cine de propaganda y el de entretenimiento sino de la historia y de la política. El guión está plagado de pistas muy interesantes que se plasman en imágenes únicas.

viernes, 2 de octubre de 2009

Torretta mirando al más allá





Sin título se denomina el óleo sobre papel de un metro treinta por un metro con setenta que me invitó a entrar a disfrutar de la muestra en la Galería Holz de la calle Arroyo. Un autito blanco y rojo, uno de aquellos diminutos de los que se entraba por el frente, con una baliza roja en el techo en medio de un bosque grisáceo de árboles pelados, fríos en la noche. La imagen me remitió a David Lynch. Marcelo Torretta afirma que sus obras son abstractas, estoy de acuerdo. Es tan abstracto como David Lynch, para mi “Eraserhead”, “Mulholland Drive” e “Inland Empire” son películas abstractas.
Andrés Duprat escribe acerca de la abstracción de Torretta: Lo figurativo es una coartada concebida para representar lo irreprensentable y fijar los más abyectos fantasmas de desposesión de las imágenes. Es allí donde Torretta opera un mecanismo de abstracción porque, si bien mantiene el código de lo narrativo al modo de la tradición figurativa que lo origina, simultáneamente va despojando a sus imágenes de las connotaciones previsibles que ya resultan superfluas en la conformación de su universo pictórico. Algo semejante opera Lynch en las escenas que plasma sobre el celuloide o sobre el HD, en su última obra.
Marcelo nació en 1962 en Morteros, Córdoba. Es la primera muestra que veo de él, a partir de ahora comenzaré a buscarlo porque, como dice Gilles Deleuze, su sensibilidad sustancial estimuló mis moléculas.
Pueden admirarlo hasta el 10 de octubre en Holz, Arroyo 862, Buenos Aires.

lunes, 28 de septiembre de 2009

El Príncipe de Homburg

Última obra dramática de Heinrich von Kleist, escrita en 1810. Dramaturgo, novelista, militar con participación en la guerra de Prusia contra las fuerzas napoleónicas. Nació en Frankfurt del Óder (Brademburgo) el 18 de octubre de 1777, se suicidó el 21 de noviembre de 1811, luego de una crisis en la que concibió El Príncipe de Homburg y tal vez a causa de la ignominia con la que esta fue recibida. Ninguna de las obras de Heinrich fue estrenada estando él en vida. Tardíamente reconocido en el siglo veinte, Erik Rohmer y Marco Bellochio han llevado textos suyos a la pantalla grande. En el siglo veintiuno, en Buenos Aires, Oscar Barney Finn ha concebido una sobria versión de El Principe de Homburg.
Entre sueños y realidad la obra nos presenta a un joven temperamental, el Príncipe de Homburg, que en el fragor del combate no acata la orden del Elector de permanecer impasible con su cuerpo de caballería y se convierte en el héroe de la batalla de Feberllin, contra los suecos. Por esta desobediencia es juzgado y condenado a muerte. El Príncipe se debate entre aceptar esta condena o suplicar por su vida. El oficialazgo también es ambiguo, como en su momento el Elector, quién con una muy política carta acorrala al joven héroe. La princesa, su prometida, aboga por la vida.
Barney Finn nos conduce por la historia con concisas pinceladas plenas de contenido, como flashes cinematográficos minimalistas. Con una marcación actoral consistente y una puesta austera, el director denota la rigidez de la sociedad prusiana en la que tanto el autor como el protagonista de la historia bregan por ser reconocidos, comprendidos y hasta ensalzados. La eficacia de esta puesta cala con el trascurrir de las horas, los días, un logro de Oscar Barney Finn. El vestuario de Mini Zuccheri es destacable.
Elenco (por orden alfabético): María Comesaña, Daniel Dibiase, Jorge García Mariño, Pablo Mariuzzi, Mariano Mazzei, Claudio Messina, Esmeralda Mitre, Cesar Repetto, Maximiliano Sarramone.
En el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, avenida Corrientes 1543, los viernes y sábados a las 20 horas.