martes, 11 de septiembre de 2018

CAPITULO 45 - EL ÍDOLO DE LAS VENTAS - a propósito del 11/9/2001

Los rayos del sol otorgan una clara luminosidad a todo lo que embeben esa mañana. Monteda sale de la boca del subte frente al Palacio de Justicia. Pasa frente al bar. Se detiene en la esquina. Se acaricia la barbilla, se alisa el cabello. Vuelve sobre sus pasos. Entra. Ojos oscuros sobre una nariz rechoncha lo escrutan desde una mesa. Ventimiglia levanta la mano. Esteban camina hacia él con lentitud. El pesquisa se incorpora. El vendedor inspecciona el rostro pálido, los bigotes sobre los labios secos, la mirada inquieta y opaca del investigador. 
– ¿Usted es el asesor letrado de la señora Valitutti?
– Soy un viejo amigo de la familia.
– Tengo entendido que fue socio del occiso hace un tiempo.
– Está bien informado.
– ¿Por qué dejaron de ser socios?
– Las cosas no anduvieron bien para nuestra consultora. Perdimos tantos clientes por el efecto tequila que tuvimos que cerrar la empresa.
– ¿Quedaron usted y el señor Valitutti en buenos términos? –Esteban compone con ojos y labios una no sonrisa. Ventimiglia agrega– Puede que las preguntas no le gusten, pero tengo que llegar al fondo de este asunto. Nunca deje de descubrir lo que se esconde atrás de un caso.
– Usted sabrá cómo hacer su trabajo, yo me reservo el derecho al desagrado.
– A Valitutti lo mató una bala a quemarropa. Descubrir la verdad es el objetivo de la investigación.
– Continuemos…
– ¿En qué términos disolvieron la sociedad?
– En los mejores.
– ¿Siguieron en contacto?
– Nos vimos muy poco. Desde hace años que no tengo ninguna noticia de Enrique, salvo cuando llamó Isabella informándonos que lo habían matado.
– Cuando dice informándonos se refiere a...
– A mi esposa y a mí –interrumpe Esteban.
– ¿Su esposa mantiene o mantuvo en algún momento una relación de amistad con la señora Valitutti?
– No.
– ¿Usted y el señor Valitutti además de ser socios llegaron a ser amigos?
– En una época éramos muy compinches, casi inseparables.
– Supongo que es por eso que ahora usted se ocupa de la señora Valitutti… –farfulla el investigador.
– Perdón. No entiendo a qué se refiere.
-– Me refiero, señor Monteda,  a que por el afecto que usted sentía por el señor Valitutti, ahora apoya a la viuda en estos asuntos.
– Isabella me pidió que la acompañe a la reunión con el abogado de la compañía porque está sola, sin ningún pariente cercano que la pueda asistir.
– Imagino que debe ser muy difícil no atender la solicitud de una mujer bella y sola en una situación como ésta –el investigador mira atentamente al vendedor, luego abre su maletín, deja entrever una pistola de gran calibre, saca unos papeles y a continuación agrega–. Las circunstancias de la muerte del señor Valitutti son más confusas de lo que parecen ¿Sabe usted que conducía un auto robado? Un BMW –Monteda no responde. El corazón se le desboca. Una exclamación general lo sobresalta. Esteban mira a su alrededor. Todo el bar está atento a la pantalla de un televisor. Monteda no comprende lo que están proyectando. Todos continúan lanzando exclamaciones. El investigador se para, fija su atención en la trasmisión. La lente de la cámara se acerca con un zoom violento. Esteban reconoce las Torres Gemelas.
– ¡Ahí va otro! –grita alguien. Todos en el bar presencian, así como en muchos otros bares, y en los televisores de los comercios, y en los de las casas; y en todo lugar donde haya uno de estos aparatos encendido; como un avión que viene rotando, se estrella contra la otra torre, explotando en el acto.
– ¡¿Qué es esto?! –exclama el vendedor
– Debe ser un atentado terrorista –responde Ventimiglia sin dejar de observar.
– ¡No puede ser! ¡¿En Nueva York?! Tiene que ser el avance de una película.
– ¡No sea ingenuo! Esto es real. Los yonis deben estar tan sorprendidos como nosotros –Esteban se disuelve en su asiento. Mira con los ojos entornados al investigador que absorbe las imágenes. Se para casi de un salto y camina a la puerta.
– ¡Monteda! –reacciona el investigador– Todavía no terminé.


domingo, 31 de enero de 2010

Rosetta

El film Rosetta ganó la Palma de Oro a la Mejor Película y a la Mejor Actriz en el Festival de Cannes ¿Para qué sirve ese premio? Entre otras cosas, para que esta obra haya llegado a nosotros, al menos a unas pocas salas que se especializan en este tipo de producciones. No ver Rosetta es perderse de algo.


Dirigido y guionado por Luc y Jean-Pierre Dardenne este largometraje es una obra de arte minimalista que nos muestra en primer lugar la ira de la protagonista, Rosetta. Furia que la acompaña hasta el final del film. Furia por no pertenecer, por moverse por donde los otros no se mueven, a hurtadillas y siempre corriendo, porque Rosetta es una excluída. Hija de una alcohólica irremediable, su mayor deseo es tener un trabajo estable, o sea formar parte de esa “normalidad” que ella vislumbra desde afuera.

Emilie Dequenne interpreta a la joven Rosetta y está en las antípodas de Amelie. De pocas palabras, Rosetta escupe lo que tiene que decir, sin vueltas. Es violenta. No conoce otro modo. La cámara está todo el tiempo con ella, grandes planos secuencia, cámara en mano. De este modo la acompañamos en su gólgota diario, en sus derroteros circulares por caminos propios, no los propuestos por la urbanidad. Rosetta traiciona para conseguir lo que quiere, y cuando lo tiene, lo está por abandonar, va a dejarlo todo porque la carga se le hace muy pesada y nadie la ayuda.

Rosetta es un film amoral, exhibe en forma casi documental la realidad de una joven excluída (en Francia, Bélgica o en Argentina, los excluídos están entre nosotros), enojada e inocentemente cruel. Nada está demás en la narración, tampoco escasean los elementos para que compongamos, luego de abandonar la oscuridad de la sala, una idea de la desesperación y la furia que aquejan al personaje, maestría indiscutible de los Dardenne.



Ficha Técnica:

Guión y Dirección: Luc y Jean-Pierre Dardenne

Interpretes: Emilie Dequenne, Fabrizio Rongione, Anne Yernaux, Olivier Gourmet.

Fotografía : Alain Marcoen.

Música : Jean-Pierre Duret.

Origen : Francia/Bélgica.

Duración : 95 minutos.

jueves, 29 de octubre de 2009

QUENTIN LO HIZO DE NUEVO

¿Cómo es que lo logra? Es que el muchacho quiere hacer creer que no, pero piensa. Piensa mucho, y bien. Bastardos sin gloria es su obra cumbre, hasta ahora. Es posible que el bueno de Tarantino nos depare en el futuro algún tembladeral más.
Ya van varias semanas que la película está en cartel. Ha generado algunas discusiones entre cinéfilos. Tardé un tiempo en ir a verla. Escuché diferentes campanas, a favor, en contra. Cuando fui me voló el casquete una vez más. Nunca imaginé que alguien podría hacer un largo con esta temática de este modo.
Bastardos sin gloria es en el cine lo que El sindicato de la policía yiddish, de Michel Chabon, es en la literatura. Traspasan los géneros, son obras únicas, locas y lúcidas. Abordan temas espinosos desde un punto de vista singular, fantástico, pero desnudan la realidad como pocas obras anteriores sobre esas mismas materias. Tarantino y Chabon son hacedores fieles a sí mismos, a su búsqueda, en consecuencia es difícil que defrauden a su público. Perciben que en el mundo hay otros que afinan en armonía a ellos, y para ellos trabajan. En ambas obras los personajes tienen un relieve que por momentos parece eclipsar la historia que se está narrando, esto ocurre porque tanto en Bastardos… como en El sindicato… los personajes se nos revelan no sólo a través de los hechos sino a través de las palabras. Estas son fundamentales. En ambas obras abundan las referencias a otras películas, otros directores o autores, a series de TV, a otros libros, transmutadas de un modo personal. Bastardos sin gloria y El sindicato de la policía yiddish son obras maestras.
Jackie Brown, film de Tarantino que pasó sin demasiada gloria por nuestras salas, era para mí su obra más comprometida. Hasta Bastardos… El contenido político de este largo es complejo, desprejuiciado y esclarecedor. Quentin nos invita a cuestionar los discursos y los contenidos no sólo del cine de propaganda y el de entretenimiento sino de la historia y de la política. El guión está plagado de pistas muy interesantes que se plasman en imágenes únicas.

viernes, 2 de octubre de 2009

Torretta mirando al más allá





Sin título se denomina el óleo sobre papel de un metro treinta por un metro con setenta que me invitó a entrar a disfrutar de la muestra en la Galería Holz de la calle Arroyo. Un autito blanco y rojo, uno de aquellos diminutos de los que se entraba por el frente, con una baliza roja en el techo en medio de un bosque grisáceo de árboles pelados, fríos en la noche. La imagen me remitió a David Lynch. Marcelo Torretta afirma que sus obras son abstractas, estoy de acuerdo. Es tan abstracto como David Lynch, para mi “Eraserhead”, “Mulholland Drive” e “Inland Empire” son películas abstractas.
Andrés Duprat escribe acerca de la abstracción de Torretta: Lo figurativo es una coartada concebida para representar lo irreprensentable y fijar los más abyectos fantasmas de desposesión de las imágenes. Es allí donde Torretta opera un mecanismo de abstracción porque, si bien mantiene el código de lo narrativo al modo de la tradición figurativa que lo origina, simultáneamente va despojando a sus imágenes de las connotaciones previsibles que ya resultan superfluas en la conformación de su universo pictórico. Algo semejante opera Lynch en las escenas que plasma sobre el celuloide o sobre el HD, en su última obra.
Marcelo nació en 1962 en Morteros, Córdoba. Es la primera muestra que veo de él, a partir de ahora comenzaré a buscarlo porque, como dice Gilles Deleuze, su sensibilidad sustancial estimuló mis moléculas.
Pueden admirarlo hasta el 10 de octubre en Holz, Arroyo 862, Buenos Aires.

lunes, 28 de septiembre de 2009

El Príncipe de Homburg

Última obra dramática de Heinrich von Kleist, escrita en 1810. Dramaturgo, novelista, militar con participación en la guerra de Prusia contra las fuerzas napoleónicas. Nació en Frankfurt del Óder (Brademburgo) el 18 de octubre de 1777, se suicidó el 21 de noviembre de 1811, luego de una crisis en la que concibió El Príncipe de Homburg y tal vez a causa de la ignominia con la que esta fue recibida. Ninguna de las obras de Heinrich fue estrenada estando él en vida. Tardíamente reconocido en el siglo veinte, Erik Rohmer y Marco Bellochio han llevado textos suyos a la pantalla grande. En el siglo veintiuno, en Buenos Aires, Oscar Barney Finn ha concebido una sobria versión de El Principe de Homburg.
Entre sueños y realidad la obra nos presenta a un joven temperamental, el Príncipe de Homburg, que en el fragor del combate no acata la orden del Elector de permanecer impasible con su cuerpo de caballería y se convierte en el héroe de la batalla de Feberllin, contra los suecos. Por esta desobediencia es juzgado y condenado a muerte. El Príncipe se debate entre aceptar esta condena o suplicar por su vida. El oficialazgo también es ambiguo, como en su momento el Elector, quién con una muy política carta acorrala al joven héroe. La princesa, su prometida, aboga por la vida.
Barney Finn nos conduce por la historia con concisas pinceladas plenas de contenido, como flashes cinematográficos minimalistas. Con una marcación actoral consistente y una puesta austera, el director denota la rigidez de la sociedad prusiana en la que tanto el autor como el protagonista de la historia bregan por ser reconocidos, comprendidos y hasta ensalzados. La eficacia de esta puesta cala con el trascurrir de las horas, los días, un logro de Oscar Barney Finn. El vestuario de Mini Zuccheri es destacable.
Elenco (por orden alfabético): María Comesaña, Daniel Dibiase, Jorge García Mariño, Pablo Mariuzzi, Mariano Mazzei, Claudio Messina, Esmeralda Mitre, Cesar Repetto, Maximiliano Sarramone.
En el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, avenida Corrientes 1543, los viernes y sábados a las 20 horas.